martes, 5 de junio de 2007

Haruhiismo

Cuando Venus y Deméter se visten de conejita

Valdría detenernos a meditarlo cuando un iluminado nos revela que nuestro creador está aburrido de este universo y pronto se decidirá, en un arranque melancólico, a exterminarlo. Entonces nos encontraremos en un escenario similar al de Neon Genesis Evangelion y podríamos (deberíamos) tomarlo en serio. Sin embargo, si nos dijeran que esta deidad aparenta ser una caprichosa, malgeniada e insatisfecha estudiante de preparatoria, entonces, ¿qué clase de religión podríamos profesar? Pese al absurdo, una nueva fe comienza a propagarse por internet, entre bloggers, fansubers y foros. Adherirse a este culto no exige mucho: solamente sentarse y disfrutar de las excentricidades de nuestra diosa. Oh, my goddess! La melancolía de Haruhi Suzumiya ha generado polémica: algunos piensan que asistimos al fenómeno animé de culto más grande desde Evangelion (tanta cercanía, me imagino, debe tratarse de algún asunto teológico); otros, afirman que su fama será pasajera. Ojalá estos últimos (incrédulos, impíos) se equivoquen, porque esta serie es un lujo, una epifanía. Basta visitar cualquier sitio web que realice polls, encuestas y rankings no solo acerca del mejor animé del 2006, sino del más popular de todos los tiempos. Entre tantos programas ninguno se acerca a la abrumadora popularidad que Haruhi ha adquirido en apenas unos meses, incluso antes de que Fox inventara aquello de Los Simpson como una religión.

Intentaré catequizarlos enseñándoles el dogma básico. Kyon es el prototipo del Everyman, un sujeto común y corriente que vive con gusto su medianía. Aunque durante su niñez Kyon creyó ciegamente en la existencia de extraterrestres, espers y viajeros del tiempo, ahora afirma confiar solamente en el discurso científico, en un coherente ideal de progreso. Ha abandonado sus sueños de ficción. Sin embargo, el primer día de clases, durante su presentación, Kyon conoce a Haruhi, una arisca muchacha que advierte al salón entero que solo desea codearse con aliens y demás personajes misteriosos. Kyon no oculta cierta atracción por el extraño carácter de Haruhi y cometerá el error, durante una conversación, de deslizar un comentario acerca del impulso individual que mueve las grandes empresas. Haruhi tomará esta sugerencia como inspiración para fundar un inefable e indescriptible club escolar cuyo único fin es divertirse tomando contacto con el misterio, la adrenalina y las emociones extremas. Al instante se rodeará de un elenco de personajes disímiles que ocultan su identidad mística, alienígena o robótica para vigilar que el aburrimiento de Haruhi no se desborde y anule la existencia humana. Ninguna colegiala llegó tan lejos.

Estamos, sin duda, ante otra “mujer Quijote”, esa saga de féminas descontentas con la realidad y ávidas de transformar su universo amoldándolo al patrón de la literatura(desde la Arabella de Charlotte Lennox hasta Madame Bovary). Aquí, hablamos de ciencia ficción, prensa de masas, manga y animé. Ocurre igual, porque se trata de sustituir la realidad por los placeres de la ficción. Simpatizamos con Haruhi porque compartimos ese anhelo transgresor, pero también porque su determinación suscita nuestro asombro, no somos capaces de emprender ese camino. Aunque podrá hallarse harta discusión, sobre todo acerca del “principio antrópico”, es decir, del universo como creación de la conciencia humana, La melancolía adiciona otros atractivos menos filosóficos: una coreografía en el ending que cual velado homenaje a La Macarena o La Mayonesa puede resultar enfermizamente pegajoso, personajes perfilados con corrección y una cronología caótica, tipo Rayuela de Cortázar, donde los saltos temporales se suscitan con escandaloso desorden, y puede haber como mínimo dos formas de “leer” la historia y múltiples interpretaciones sobre el tiempo. Para el haruhiismo, aleación sincrética de mecánica cuántica y sintoísmo, cualquier cosa es posible, mientras Kyon, el “elegido”, lo tolere. Este último, será una especie de san Pedro, negando tres veces, pero también la piedra sobre la cual se erige este culto pagano, porque se encarga de narrarnos la historia.

Apenas comenzada a difundirse la fe, aparece la primera herejía: los kyonistas, quienes toman partido por el pobre objeto de los celos, berrinches y malhumoradas de Haruhi. No restemos méritos al muchacho, porque, vamos, si esta clase de diosa les apuntara con el dedo y las jaloneara la corbata, ¿opondrían resistencia?

1 comentario:

Manuel dijo...

Buena entrada camarada, que Haruhi- Sama te bendiga.
Hablando seriamente, ya habia escuchado sobre este principio de existencia, creo que fue en una pelicula filosofica, algo relacionado con "Sofia", la cosa es que desde ese dia comenze a ver el mundo de forma similar a como lo expone la serie, de hecho es lo mas convincente hasta el momento para mi, por eso me considero Haruhiista.
Y como dicen " Our God is Hotter than your God"