lunes, 28 de mayo de 2007

Un nuevo espacio

No recuerdo desde cuándo soy consciente de ver animé. Supongo que algunos títulos acompañaron mi niñez y temprana adolescencia sin advertir la totalidad de semejante fenómeno cultural ni las posibilidades expresivas que entrañaba. Era, como suelo decir, un espectador por placer. Quizá mi fijación crítica por la animación comienza cuando terminaba la secundaria (Southpark ejercía la atracción de la fruta prohibida y como tal, era generatriz de facultades críticas), sin embargo, el animé me seguía pareciendo una conjunción de superpoderes con nombres ininteligibles. Me guiaba por una impresión errada, proveniente de algunas series deleznables (mantengo esa misma opinión, con apenas unos matices). Debo entender, entonces, que mi fascinación por Evangelion y La tumba de las luciérnagas cuando estaba en mis primeros años de universidad me dieron el empujón final y, de repente, estaba inmerso en esa cultura alterna. Por entonces, seguí muchas series inolvidables y vi películas que acrecentaron mi entusiasmo (Akira, Gosth in the Shell, Bubblegum Crisis, Rurouni Kenshin, Ah! Megamisama, KareKano, Boogiepop Phantom). Como buen estudiante de literatura, tengo una fijación por la ficción, cualesquiera sean sus modalidades. Dejé el animé en stand-by por un buen tiempo, dedicado a mi trabajo y mis estudios y años después, reunido con algunos amigos del colegio, recuperé mi afición hasta convertirla en una sana costumbre. Siempre quise tener un espacio en internet para compartir mis impresiones. Sin embargo, este sitio pretende ser más: siéntanse como en una posada, métanse en los baños termales y relájense.