miércoles, 20 de junio de 2007

La simpatía demoníaca

Difícil no hablar sobre Evangelion

Una de las mejores escenas de Evangelion, la genial serie anime de Anno Hideaki, es la bofetada de Misato Katsuragi sobre la imperturbable doctora Ritsuko Akagi. No solo porque es un enfrentamiento anidado y gestado durante los capítulos previos mediante un manejo tensional tan hostigador como efectivo, ni porque despierte, anule o aclare asociaciones interpretativas, sino porque en el esquema de delicados hilos de correspondencia y disputa entre personajes, marca un giro argumental. Recordemos, entonces, el capítulo 19, donde la angustiada mayor Katsuragi asume la responsabilidad de que su piloto, el adolescente Shinji Ikari, se ha fusionado con el evangelion, el ser que supuestamente controla como una especie de cerebro y desde una estrecha cámara que parece un vientre repleto de líquido amniótico. La doctora Akagi le comenta que recuperar al piloto será imposible y, presa de la impotencia, Misato la golpea sin recibir más respuesta.

Es curioso que una relación tan tensa provenga de las rígidas funciones que cada una desempeña: una como jefa de operaciones y otra como encargada del sistema. Es coincidente que ambas sean mujeres, de la misma edad, proveniente de la misma universidad, amigas declaradas y aristas de un extraño triángulo que, por momentos, parece completar un doble espía y antiguo amante de la mayor. El contraste se acentúa cuando reconocemos en la programadora del sistema un baluarte irreductible de la más esquemática racionalidad y en la jefa de operaciones, un espíritu desordenado que siempre se regodea en la carne, en la desmedida, en la improvisación y la fe. La atracción entre ambos personajes no puede, entonces, resultarnos más clara y evidente: de esta manera se entiende la insistencia de ambas en conversar, encontrarse y discutir. Se trata de una estructura presente en todas las culturas que Mircea Eliade llamó coincidentia oppositorum y que puede funcionar como simpatía entre opuestos, como complementariedad de lo discordante, sea lo racional y lo irracional, lo canónico y lo popular, el bien y el mal.

Eliade, en Mefistófeles y el andrógino, incide en esta idea mediante dos ejemplos: la simpatía en el Fausto de Goethe entre el demonio y Dios en el acto introductorio y la plasticidad del andrógino en Seraphite de Balzac. La asociación de opuestos, no solo durante el Romaticismo, basó visiones productivas en la literatura y el arte, se podría decir que no solo en Occidente, y se podría decir que tampoco en campos como la mitología o la antropología. En lingüística, Karl Vossler explica el lenguaje mediante el constante ir y venir entre lo vital y lo mortal, la poesía y la gramática, la creación y lo estatuido. Y Bajtín explica la historia de la literatura como un diálogo entre lo canónico y lo popular. Desde luego, ninguno pretende presentar estas relaciones como roces imperceptibles e inofensivos sino que detrás de su exposición subyace la idea dinámica de agon, enfrentamiento, competencia, lo que la antigua filosofía griega (y, desde luego, más interesante que la socrática) reconoció como polemos o guerra.

Así como al Dios goethiano le simpatiza el romántico Mefistófeles, Misato no puede evitar confesar sus fracasos con Ritsuko. En un receso del trabajo en Nerv, la mayor le explica que su labor como tutora de dos pilotos ha sido casi desastrosa. La frialdad que muestra Ritsuko a continuación es temible al preguntarle su “familia artificial” se desmoronaba. En ocasiones anteriores, la doctora se regodea en confirmar que sus teorías sobre la vida privada de su amiga son ciertas y no pierde un instante en murmurar contra ella llamándola loca o incompetente. Es lógico: el fracaso de Misato como madre adoptiva de dos adolescentes sin madre (la de Shinji muere en una prueba dentro de un evangelion y la de Azuka se suicida) es una repetición de la incompetencia de la madre de Ritsuko, su rival mimética. Sin embargo, entre madre e hija no existe coincidentia oppositorum: ambas son racionales a ultranza, reservadas y calculadoras científicas de prestigio, enamoradas del mismo hombre. Entre ambas puede suscitarse, más bien, la envidia y el rencor pero nunca la confrontación y la complementariedad. No existe envidia entre Dios y el demonio en Goethe, sin embargo existe polemos.

De la misma manera, ninguna de los dos polos de enfrentamiento desea o imita al otro: es un modelo binario que produce dinamismo y la mezcla solo se percibe al final, cuando uno y otro se contaminan. El capítulo 23 de Evangelion es más que explícito en ese sentido, puesto que revela la mentira que la serie ha ido guardando bajo los más intrincados hilos desde el inicio: Ritsuko declara ser, como su madre, amante de Gendo Ikari luego de una catastrófica confesión sentimental. De rodillas y ofreciendo la nuca, le pide a Misato que la mate y ella responde con el sentido común, en calma y sin inmutarse. De pronto la oposición se ha invertido. No deja de ser curioso que la escena transcurra a kilómetros de profundidad en una base secreta, puesto que simboliza el máximo descenso, la zona más inexpugnable del inconsciente. Desde entonces todo parece más claro: el ambiente se enrarece para los siguientes capítulos y uno no observa a los personajes de la misma manera. Se muestran más misteriosos sin conseguirlo, sus claves parecen más vulnerables: detrás del milimétrico orden de la organización Nerv ya no puede ocultarse el enjambre de encuentros sentimentales, envidias, conveniencias, resentimientos y recelos. La anulación de la antigua oposición se ha resuelto en una nueva, donde Misato ya no representa la irracionalidad y la vitalidad sino que, una vez derribadas las máscaras, asume una responsabilidad mayor. Esto no puede ocurrir con las coincidentias que enumeramos antes: Dios nunca intercambia su lugar con Mefistófeles, el aspecto vital nunca llega a derrotar al aspecto fatal del lenguaje, lo popular nunca desembarca a lo canónico.

En efecto, pero nos hemos olvidado que no manejamos conceptos sino personajes, conciencias que evolucionan y cambian: si bien el polemos siempre produce algo nuevo a partir de los elementos coincidentes, nunca representa la destrucción de uno de ellos porque terminaría con el delicado equilibrio productivo: es lo que ocurre con la oposición y el gobierno en un Estado moderno. Como tratamos de personajes, debemos reconocer que los seres humanos son más flexibles que los conceptos, pero no debemos olvidar que el polemos entre ellos da lugar a un consenso o un resumen que enriquece lo conocido. La creatividad se entiende mediante esta estructura de opuestos.

Ahora, si bien el lugar que corresponde al aspecto vital del lenguaje y a lo canónico no son intercambiables con lo popular y lo fatal, el contenido de estos conceptos cambia con el tiempo sin afectar el sistema de oposición. Desde Homero hasta hoy, se puede rastrear lo popular y lo oficial, lo inventivo y lo convencional, por citar un par de ejemplos.

Entre ambos extremos existe, zumba una simpatía que los hace interdependientes. La prueba en Evangelion es que pronto un personaje se sentirá necesitado de otro para poder aclararse, las parejas de opuestos coincidentes se reproducen por todos los ámbitos: Shinji-Gendo, Azuka-Rei, Hikari-Touji, Gendo-Fuyutsuki, cada uno comparte discordias y encuentros, recelos y confidencias en sendos estados de paz y contienda, todos ellos participan de una simpatía, digámoslo, mefistofélica, demoníaca (por relacionarla con el concepto griego de demonio) en la cual el opuesto a nosotros posee aquello que nos falta, que nos completa, que nos complementa. Balzac resuelve en Seraphite el dilema postulando al hermafrodita como el ser humano que todo hombre y mujer anhelan ser, un ser humano que consume las contradicciones y reconcilia los opuestos. Pero a la vez, pretendemos ser más que el otro, nuestra tendencia a ser individuos es más fuerte y ello no es, de ninguna manera, negativo: ambas fuerzas contrapuestas generan la discordia que crea la concordia. El hermafrodita balzacquiano es una utopía, por ello Goethe es más coherente: en cada momento buscamos colocarnos en el lugar de Dios y contemplamos al otro como el simpático diablo que puede comprender lo que nosotros no.

jueves, 14 de junio de 2007

Pink is my new obsession

Cinco chicas rosadas, de la raíz a la punta

Desde la pantera rosa hasta La Rosa de Versalles, desde Pink hasta Pink Floyd, desde el tango Rosa, rosa primorosa, hasta la Serie Rosa y desde el Sport Boys hasta la Casa Rosada, ningún color parece tan obsesivo y recurrente como el rosa, cuyo carácter femenino e ingenuote ha vuelto a ponerse de moda entre las adolescentes. Nuestro primer Top-5 estará dedicado al cabello de anómala coloración entre chicas del animé. Como sabemos, entre series y películas podemos encontrarnos con cabelleras azules, celestes, verdes, púrpuras, anaranjadas, que superan la tríada rubias-morenas-pelirrojas del mundo real. Sin embargo, el rosado tiene un cariz especial porque denota una inocencia primigenia, derroche de bondad y dulzura (hasta el empalagamiento) y una juventud floreciente. No olvidemos que el rosado se relaciona con la flor de cerezo y esta con la primavera japonesa.

5. Kurumi (Steel Angel Kurumi). Inaguantable, gritona, posesiva, atropellada, desobediente, Kurumi es la sirvienta que nadie desearía tener, menos aún cuando descubrimos que tiene un corazón potenciado de energía demoníaca. Pero Kurumi es capaz de apapachar hasta matarnos de asfixia de la forma más sensual. Kurumi expresa sus deseos tal cual, no los esconde ni los maquilla. Agreguémosle una estrella adicional porque nuestra steel angel está decidida a entregarlo “todo” por su señor, incluyendo unas placenteras y accidentadas buenas noches.

4. Sakura Haruno (Naruto). Una chica con una frente tan enorme que podemos dibujar un planisferio y sobraría espacio. Su frente es directamente proporcional a su inteligencia y esta virtud la diferencia del resto de chicas rosadas. Seamos sinceros, si Naruto se hubiera centrado en Sakura o Sasuke, tendríamos una serie más consistente sin necesidad de aguantar las burradas del protagonista. Además, la señorita es una ninja, se defiende en el campo de batalla y aporta la cuota de sentido común entre tanto hiperactivo o maníaco-vengativo.

3. Misha (Pita-ten). ¿Qué es la felicidad? Misha debe entender que no está sola en el mundo. Basta con asistir al examen de admisión de San Marcos para descubrir cuántos postulantes de 28 ó 29 siguen tentando sus plazas en Contabilidad. En lugar de practicar llenando la casa de Kotarô con pasteles, flores o peluches, debería meterse a un pre y dejar de abalanzarse sobre un niño de diez años. La estupidez y necedad de Misha son tan clamorosas como su bondad y propensión al bullicio. Su torpeza es única hasta el límite de que hacer el bien a alguien, con Misha presente, puede convertirse en mandarlo al hospital.

2. Mayura Daidouji (Matantei Loki Ragnarök). Si esta fuera una historia de terror, Mayura hubiera alcanzado el primer lugar. Reina de las contradicciones y el misticismo, obsesionada con los OVNIS, el chupacabras y las apariciones fantasmales, Mayura es incapaz de darse cuenta que está rodeado por la crema y nata de la mitología nórdica mientras sigue buscando pruebas fehacientes de la existencia de vida en Ganímides. Algunos discutirán la rosadez de su cabello, digamos que ostenta una arcana variedad de melón claro. Para variar, Mayura tiene la ubicuidad de la doncella en peligro, es decir, siempre estar donde no debería.

1. Milfeuille Sakuraba (Galaxy Angel). Rosado en su máxima expresión: engreída, aniñada, llorona, sentimental, trivial, bienintencionada, torpe, aficionada a la repostería y echarlo todo a perder. Ostenta una suerte solícita, del tipo “oh, miren, un boleto de lotería, felicitaciones, ganaste un millón de dólares en comida enlatada”. Su nombre significa “mil hojas”, sí, aquel pastelillo que se expende en cualquier panadería y cuya dificultad de comer es perdonable gracias a su sabor. Lo mismo ocurre con Milfeuille: sus taradeces merecen un aplauso como fenómeno del humor absurdo. ¿Quién le permitió manejar arsenal pesado?

Ojalá el ranking haya coincidido con sus gustos, aunque toda antología corre el riesgo de convertirse en antojología. Estaré meditando cuál será el próximo Top-5, pero tengo algunos títulos en mente: espadachines, vampiros, modas estrambóticas, pervertidos profesionales, etc. Por ahora, guarda esta rosa mi amor, llévala siempre contigo…

miércoles, 6 de junio de 2007

Shakespeare amanerado

¿Cuánta transgresión aguanta un clásico?

He visto los primeros cinco episodios de Romeo X Juliet, la adaptación al animé de Shakespeare perpetrada por Gonzo, los mismos responsables (aquella vez con éxito) de transformar el Conde de Montecristo en una perla de virtuosismo visual. Temo que mi franqueza sea devastadora, pero estoy comenzando a detestar la serie y tengo mis fundamentos. En primer lugar, el pésimo sentido que los directores y guionistas de esta serie le otorgan a la palabra “adaptación”. En Romeo X Juliet hay transgresión: del argumento central shakespereano solo sobreviven los nombres de los protagonistas y sus familias. No afirmo que toda transgresión sea mala per se, todo lo contrario, cuando suelen romperse las convenciones o cuando decidimos distanciarnos de nuestros antecedentes (por ejemplo, Negima!? respecto al manga de Akamatsu), creamos versiones inesperadas, actualizamos el mensaje aportándole una lectura alterna (o como decía un académico vertimos vino viejo en odres nuevos). En Romeo X Juliet, la transgresión deviene en zafarrancho. En el original, tanto Capuleto como Montesco son familias enemigas en igualdad de condiciones sociales: parte de la tragedia de Verona consiste en este descalabro político. Sin embargo, en el animé, los Montesco han tomado el poder a la fuerza exterminando a la cabeza de los Capuleto. Los sobrevivientes de la masacre han criado a Julieta escondiéndole su verdadera identidad. Mientras tanto, ella debe travestirse disfrazándose de jovenzuelo y tomando el nombre de Odín. Como hobbie, la muchacha combate las injusticias de los Montesco disfrazada cual Zorro, es decir, asistimos a un fenómeno de triple identidad y doble travestimiento. Quién lo diría: ni Calderón. Por otra parte, mientras Shakespeare había presentado a Romeo como un sujeto atrevido merced a la inspiración del amor, el Romeo del animé manifiesta la más flemosa pasividad. Feminizado por completo, sorprende incluso su atracción hacia Julieta. Si la pretensión del animé era transgredir mediante los novedosísimos estudios de género (aquellos que nos dicen que el género, al contrario del sexo, es una posición social), bien vale, pero deben admitir que se pierde la mejor parte del Shakespeare más popular: escenas como aquella del balcón serían inadmisibles siguiendo la dinámica y las premisas de esta nueva versión.

Mi segunda objeción radica en la deficiente estrategia empleada para caracterizar a los personajes secundarios, el plato fuerte de muchas obras de Shakespeare. No necesitamos a Harold Bloom para darnos cuenta que algo se pudre en esta serie. Mercutio es un villano sin escrúpulos que apenas habla en las sombras. ¿Dónde quedó el Mercucio shakespereano de diálogos laberínticos pero jugosos que acompañaba las correrías de Romeo? ¿Dónde está la Nodriza, esa pícara cómplice del romance, personificación y valedora del impulso carnal? Ubi sunt? ¿A dónde se fueron? Benvolio es un niñaco sin gracia, fray Lorenzo no existe. Solo caballitos alados y gente que puede sentirse el olor como si fueran perros en celo. Un asco total.

What’s in a name?, se preguntaba Julieta. Sobre la base de esta ingenua pregunta que deseaba desvincular al Romeo individuo de sus roles dentro de una estructura social, se infiltraba también un debate acerca del significado, el centro sobre el cual gira la tragedia de Romeo y Julieta: ¿puede la relación entre dos individuos ser más fuerte que los nombres, es decir, que la imposición de significados desde fuera de ellos mismos? Pues bien, olvídense de esta cantaleta en Romeo X Juliet, porque no encontrarán conflicto filosófico alguno, solamente una confrontación política, duelos de espadas y ciertos instantes de animación resaltantes. Claro, también un personaje llamado William que protege a los Capuleto, escribe obras de teatro, una llamada Otelo, la otra As you like it, y habla más amanerado que peluquero de barrio. Sabíamos que ciertos investigadores especularon acerca de la homosexualidad de Shakespeare (basándose en algunos sonetos leídos con malicia), pero extremar la transgresión hasta el propio autor del original supera cualquier tolerancia. Demasiado posmo para mi gusto.

martes, 5 de junio de 2007

Haruhiismo

Cuando Venus y Deméter se visten de conejita

Valdría detenernos a meditarlo cuando un iluminado nos revela que nuestro creador está aburrido de este universo y pronto se decidirá, en un arranque melancólico, a exterminarlo. Entonces nos encontraremos en un escenario similar al de Neon Genesis Evangelion y podríamos (deberíamos) tomarlo en serio. Sin embargo, si nos dijeran que esta deidad aparenta ser una caprichosa, malgeniada e insatisfecha estudiante de preparatoria, entonces, ¿qué clase de religión podríamos profesar? Pese al absurdo, una nueva fe comienza a propagarse por internet, entre bloggers, fansubers y foros. Adherirse a este culto no exige mucho: solamente sentarse y disfrutar de las excentricidades de nuestra diosa. Oh, my goddess! La melancolía de Haruhi Suzumiya ha generado polémica: algunos piensan que asistimos al fenómeno animé de culto más grande desde Evangelion (tanta cercanía, me imagino, debe tratarse de algún asunto teológico); otros, afirman que su fama será pasajera. Ojalá estos últimos (incrédulos, impíos) se equivoquen, porque esta serie es un lujo, una epifanía. Basta visitar cualquier sitio web que realice polls, encuestas y rankings no solo acerca del mejor animé del 2006, sino del más popular de todos los tiempos. Entre tantos programas ninguno se acerca a la abrumadora popularidad que Haruhi ha adquirido en apenas unos meses, incluso antes de que Fox inventara aquello de Los Simpson como una religión.

Intentaré catequizarlos enseñándoles el dogma básico. Kyon es el prototipo del Everyman, un sujeto común y corriente que vive con gusto su medianía. Aunque durante su niñez Kyon creyó ciegamente en la existencia de extraterrestres, espers y viajeros del tiempo, ahora afirma confiar solamente en el discurso científico, en un coherente ideal de progreso. Ha abandonado sus sueños de ficción. Sin embargo, el primer día de clases, durante su presentación, Kyon conoce a Haruhi, una arisca muchacha que advierte al salón entero que solo desea codearse con aliens y demás personajes misteriosos. Kyon no oculta cierta atracción por el extraño carácter de Haruhi y cometerá el error, durante una conversación, de deslizar un comentario acerca del impulso individual que mueve las grandes empresas. Haruhi tomará esta sugerencia como inspiración para fundar un inefable e indescriptible club escolar cuyo único fin es divertirse tomando contacto con el misterio, la adrenalina y las emociones extremas. Al instante se rodeará de un elenco de personajes disímiles que ocultan su identidad mística, alienígena o robótica para vigilar que el aburrimiento de Haruhi no se desborde y anule la existencia humana. Ninguna colegiala llegó tan lejos.

Estamos, sin duda, ante otra “mujer Quijote”, esa saga de féminas descontentas con la realidad y ávidas de transformar su universo amoldándolo al patrón de la literatura(desde la Arabella de Charlotte Lennox hasta Madame Bovary). Aquí, hablamos de ciencia ficción, prensa de masas, manga y animé. Ocurre igual, porque se trata de sustituir la realidad por los placeres de la ficción. Simpatizamos con Haruhi porque compartimos ese anhelo transgresor, pero también porque su determinación suscita nuestro asombro, no somos capaces de emprender ese camino. Aunque podrá hallarse harta discusión, sobre todo acerca del “principio antrópico”, es decir, del universo como creación de la conciencia humana, La melancolía adiciona otros atractivos menos filosóficos: una coreografía en el ending que cual velado homenaje a La Macarena o La Mayonesa puede resultar enfermizamente pegajoso, personajes perfilados con corrección y una cronología caótica, tipo Rayuela de Cortázar, donde los saltos temporales se suscitan con escandaloso desorden, y puede haber como mínimo dos formas de “leer” la historia y múltiples interpretaciones sobre el tiempo. Para el haruhiismo, aleación sincrética de mecánica cuántica y sintoísmo, cualquier cosa es posible, mientras Kyon, el “elegido”, lo tolere. Este último, será una especie de san Pedro, negando tres veces, pero también la piedra sobre la cual se erige este culto pagano, porque se encarga de narrarnos la historia.

Apenas comenzada a difundirse la fe, aparece la primera herejía: los kyonistas, quienes toman partido por el pobre objeto de los celos, berrinches y malhumoradas de Haruhi. No restemos méritos al muchacho, porque, vamos, si esta clase de diosa les apuntara con el dedo y las jaloneara la corbata, ¿opondrían resistencia?